Ahora que el verano va llegando oficialmente a su fin es momento de hacer repaso de las lecturas veraniegas. En otros tiempos el verano iba asociado a una o dos novelas (o novelones) a degustar bajo el calor agostil. Este verano ha sido prolífico en lecturas, aunque en un principio no parecía que fuera a dar para tanto. Me llevé solo dos libros bajo el brazo, el resto fueron los que encontré en cada casa donde estuve.
Alacranes en su tinta, de Juan Bas, fue un buen libro para leer cuando salí de Bilbao. Una novela negra, gastronómica y algo bizarra con base en Bilbao. Entretenida y entretenido reconocer lugares en que está ambientada. Alfanhui de Rafael Sánchez Ferlosio se me atragantó un poco, no sabía que se pudiera escribir tan mágica y coloristamente, y menos él, al que mi madre ve todavía muchas mañanas en un café del barrio (de Prosperidad en Madrid). Hasta ahí lo que llevaba bajo el brazo. Como complemento, olvidaba, leí en la ‘tablet’ La Casta, de Daniel Montero, que está escrito (2009) antes de que Podemos y Pablo Iglesias popularizaran el término. Un buen trabajo de recopilación de datos de los excesos y el funcionamiento sistema de la casta política española, capítulo a capítulo. Le falta algo de narratividad para hacer de ella una obra que puedas leer de principio a fin.
En un estante de una masía en Tarragona encontré El gen egoista, de Richar Dawkins. No sabía que fuera un libro clásico ni que estuviera escrito en 1975. Según iba avanzando por él en tardes y mañana de piscina, iba introduciéndome en teorías darwinistas avanzadas y en el mundo de los genes y la selección natural. Me hacía pensar en otros procesos de evolución (mental, cultural). Se me acababan los días, y las horas, en la costa catalana y tuve que saltarme algunos aburridos capítulos para llegar al capítulo final donde ¡oh sorpresa! se acuñaba por primera vez el concepto de “meme”. En el contexto del libro se identificaba bien con el de “gen” pero aplicado al mundo de las ideas (en el libro La información, de James Gleick, que leí hace unos años, explicaban el origen del concepto, pero no recordaba que fuera Dawkins su inventor). En resumen: un libro de divulgación muy interesante para introducirse en el tema de los genes, imagino que se habrá escrito mucho más después. Me permitió realizar el cálculo de cuántos genes se comparten entre hermanos, hijos o primos, una cosa a la que le había dado vueltas alguna vez. Un padre, y una madre, comparten el mismo número de genes con un hermano que con un hijo. Si el gen quiere salvar a sus congéneres, debería querer salvar igualmente a unos y a otros.
En la segunda casa, donde hace muchos años descubrí joyas como El juego de Ender y sus secuelas, encontré una biblioteca mucho más extensa. Esto ha ocasionado que, acaso demasiado, saltara de libro a libro, de prólogo a pŕologo. Qué placer. Un día, poco antes de ir a la playa, cogí uno sin mucho pensar. Uno de relatos, Llamadas telefónicas. En él Bolaño cuenta diferentes historias autobiográficas, o así parecían, de sus años en Cataluña y México. Me animó a contar aquella noche en Phoenix AZ donde intentamos convertir una marcha de zombies en una acción política contra el sherif de la ciudad, Arpaio. Pero, de nuevo, esa es otra historia que deberá ser contada en otra ocasión. Por cierto, en esta casa hay dos ediciones iguales, las de a dos tintas de Alfaguara, de La historia interminable de Michael Ende.
He dejado más de un libro sin acabar, o casi sin empezar, pero en conjunto creo que la lista es interesante. El prólogo, escrito por uno de los de microsiervos, de una biografía sobre Tesla de Margaret Cheney me sirvió para reencontrarme con el personaje varias veces maltratado por la historia y por sus coetáneos. Interesante lectura, justo ahora que parece que el debate sobre la correinte alterna y continue resurge. Metí la cabeza en los diarios de Dalí: a pesar de su inmodestia fue interesante ver cómo reflexiona y hace públicos sus pensamientos y diarios muy personales mientras estaba vivo. Lo de llamarse y considerarse genio sigue echando para atrás pero… en unos de sus anexos hace referencia a un tratado (siglo XII) sobre el pedo. Sí, el pedo, esa ventosidad.
Otra de las noches cogí un libro finito de Stefan Zweig Veinticuatro horas en la vida de una mujer. Empecé por la página veinte o así, llegué hasta el final y volví a empezar. Un técnica que había usado una vez con Kundera, una especie de flashforward manual. Se narra la confesión de las 24 horas de una mujer que estuvieron a punto de cambiar su vida, pero al final las cosas no cambiaron su curso. Me gustó la conexión mental, espacial y conceptual, aunque con todas las diferencias, con Eyes Wide Shut, que vi precisamente en este mismo salón. La vida puede girar en 24 horas, o menos, puede girar hasta 360º y que todo parezca seguir igual aunque uno haya cambiado.
En lo musical redescubrí Bach to Africa de Lambarena, una reinterprestación a la africana de algunas piezas de Bach. Leí también el libreto donde se explica el proceso de ideación y creación del disco Lágrimas Negras (Bebo y el Cigala) por parte de Fernando Trueba. No conocía la historia de su gestación.
Y por último, el libro que aún no he acabado pero que “venía buscando” desde que llegué, porque sabía que estaba aquí: Dreamland. A self-help Manual for a Frightened Nation, de Andri Snær Magnason, un bestseller en Islandia. Una reflexión sobre el progreso, o sobre el marketing de la invevitabilidad del progreso y sus consecuencias, habitualmente nefastas para el medio ambiente. Se centra en Islandia y su carrera por construir una nación próspera a base de vender/destruir su territorio para construir presas para generar energía eléctrica para abastecer a la industria del aluminio que se está implantando en el país ¿Para qué? ¿por qué nos han contado que este era el camino y si no la nada?, se pregunta su autor. Detaca a mi juicio, como pieza que puede ser utilizada independientemente, el capítulo dedicado a la imposibilidad de construir una sola pirámide, usando el ejemplo de las de Egipto. No puedes construir una sola pirámide, ni una sola presa o túnel. Si tienes las tuneladoras y los trabajadores ¿cómo vas a parar?
Hasta el verano que viene. Supongo que todas estas lecturas diran algo sobre su lector. Aún no lo he descifrado.
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PD: En la recámara tengo Celtiberian Show, un libro escrito –o mejor dicho– recopilado, en los últimos años del franquismo, por Luis Carandell. Noticias, anuncios y acontenicos que reflejan la España más cavernícola o negra, según se vea de aquellos (y esots también) años. Como me lo han dejado, espero poder paladearlo tranquilamente en septiembre.